Rosa Ignea
Publicado em19 dez 2012
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Si observamos con los ojos del Espíritu el fondo ardiente de la naturaleza, vemos que cada átomo es el cuerpo físico de una criatura elemental que lucha, ama y trabaja entre el crepitar ardiente de las llamas universales, anhelando intensamente subir las gradas ardientes del carbón y del diamante, para tener la dicha de ingresar a los sublimes reinos elementales superiores.